jueves, 12 de mayo de 2016

El oxímoron de Uribe

Por: Arturo Charria

De lo primero ya teníamos bastante información. Uribe sabe que en el país es fácil confundir “tener carácter” con ser el bravucón del barrio. Por eso llama a la resistencia civil, lo hace con su particular tono de mando, ese que se mueve difusamente entre el de un seminarista reflexivo y el de un matón de colegio.
Sin embargo, esta vez el expresidente le añadió a su tradicional retahíla sobre la “entrega del país a los bandidos de las Fáar (sic)”, una frase que genera un profundo interrogante: ¿a qué se refiere Uribe con eso de organizar movilizaciones masivas de resistencia civil?
Debo confesar que la primera vez que escuché la frase en boca del propio Uribe me dejó desconcertado, pues es lo que en literatura suelen llamar un oxímoron, es decir, una contradicción en la combinación de dos palabras de significado opuesto: azúcar amarga, luz oscura, centro democrático.
El oxímoron no está en la idea de resistencia civil, sino en que Uribe hablara de ella. La sensación que produce pensar en esta mezcla es compleja, pues cuando se menciona este concepto, es inevitable recordar a personajes como Gandhi, Thoreau, Martin Luther King, Mandela o la guardia indígena del Cauca. Y creo que todos representan, a los ojos del expresidente, unos “muchachos” inadaptados, que han alterado el orden establecido y cuyas acciones están fuera del marco legal. Especialmente los indígenas del Cauca.
Si Uribe avala la resistencia civil como una acción legítima a la que pueden recurrir los miembros de una sociedad, estaría dándole la razón a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó. Comunidad a la que el propio expresidente estigmatizó como guerrillera por declararse en resistencia civil ante la presencia de los actores armados en sus territorios. A menos, claro está, que Uribe considere que la única resistencia civil es la que pueden ejercer sus copartidarios que se niegan a comparecer ante la justicia o la que hicieron los miembros de su bancada, que al ausentarse del Congreso de la República, se resisten a dar el debate político que ellos mismos niegan.
Pero no creo que Uribe ahora comience a imitar a los indígenas del Cauca o a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó. Esa sí sería una gran noticia para el país. El expresidente está profundamente confundido con el significado del concepto, tal como lo demostró su bancada en pleno al dejar vacías sus sillas en el Congreso el pasado martes 9 y miércoles 10 de mayo. Quizá confundan resistencia civil con no pagar impuestos que solo sirven para alimentar la “mermelada santista”, negarse a hacer públicas sus declaraciones de renta o simplemente pasarse los semáforos en rojo (color que, como los daltónicos, no reconocen).
Basta con imaginar a Uribe, con el puño en alto, en medio de la Carrera Séptima enfrentándose a una multitud que marcha en favor de la paz, para evidenciar su incoherencia. Resistencia civil es enfrentarse sola, como lo hizo la colombosueca, María Teresa Tess, a 300 neonazis que marchaban por las calles de Börlange a favor de la supremacía nórdica. Resistencia civil es ver a los indígenas en Cauca internarse en la montaña para sacar de la guerra a los menores reclutados por la guerrilla. Pero Uribe no tiene el valor de aquella mujer afro que se plantó contra el odio y el racismo, mucho menos la coherencia de los indígenas. Al contrario, agazapado en sus palabras y en sus más de trecientos escoltas, quiere incendiar al país con tal de ocupar, por tercera y cuarta vez, la Presidencia de la República.
Por eso, más que temor por la declaración de Uribe, lo que hay que cuestionar es el uso que este hace de conceptos sin reconocer la historia y la naturaleza de los mismos. De ahí que sea profundamente contradictorio que ahora se apropie de un concepto con el que siempre ha estigmatizado a sus adversarios, señalando a indígenas y a miembros de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó de hacerle el juego al narcoterrorismo bajo el eufemismo de la resistencia civil.
Uribe no comprende que la resistencia civil surge como una alternativa de tendencia pacífica contra un estado de guerra. Sin embargo, el oxímoron del expresidente queda al descubierto, cuando insiste en usar un concepto de paz para perpetuar la guerra.
El Espectador, 11 MAYO 2016

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